Todo el público que ha participado en los actos académicos y litúrgicos de los últimos meses ha expresado al final su satisfacción con la música. No era extraño oír un unánime “¡Qué bien estuvo la música!”, al mismo tiempo que entre ellos se preguntaban: “pero, ¿cómo hacen para ensayar?”. Los responsables tienen nombres: Carmen Fernández (voz y cajón), Susana Fernández (guitarra), Santiago Piñeiro (contrabajo), Sara Álvarez (violín), Laura Alleres (flauta travesera) y Sara Gaviño (piano). Todos tienen en común que su pasión por la música empezó a una edad muy temprana. “Me encanta la frase de Nietzsche que dice “Sin música la vida sería un error”, porque creo que resume muy bien lo que esta significa para mí”, afirma Carmen, y la verdad es que esta cita de Nietzche podría resumir perfectamente la relación de todos ellos con la música.
Los orígenes de este grupo de músicos, porque como señala Laura “yo no utilizaría la palabra banda, ya que una banda es una agrupación de personas que tocan instrumentos de viento y/o percusión”, los encontramos el curso pasado cuando bajo la batuta de la profesora María Victoria Moreno empezaron a quedar para ensayar. Ahora ya de forma autónoma, son ellos los encargados de elegir y pensar el repertorio que tocarán. “Apenas contamos con un mini ensayo el mismo día y para escoger el repertorio vemos las lecturas de la Eucaristía y buscamos cantos en relación al mensaje que las lecturas quieran transmitir”, explica Carmen. La buena relación que existe entre ellos y su grupo de WhatsApp también les ayuda a organizarse, pero como dice Sara Álvarez ”nos gusta estar siempre ad libitum”.
Lo cierto es que a pesar de tener poco tiempo y de ser de cursos diferentes, han conseguido superar todas las dificultades y han logrado compenetrarse entre ellos perfectamente. Tal vez la clave de ese resultado final satisfactorio esté en que todos ellos reconocen que les encanta tocar. “¡Es una suerte poder hacer algo que te gusta, disfrutarlo, y a la vez poder ayudar a otros!”, expresa Carmen y, por eso, para poder ensayar y seguir mejorando su repertorio les gustaría, como apunta Santiago, que en la Escuela hubiese algún taller de música. Laura subraya que con el taller tendrían una “oportunidad de conocer a otros compañeros de otros cursos e intercambiar conocimientos” y Sara añade que, además, sería un modo de formarse para su futura profesión: “si el futuro profesorado aprende a disfrutar con ella, también transmitirá ese gusto a los niños”. Sin taller o con él, seguro que esta agrupación musical seguirá deleitándonos en distintos actos, pero como resume Susana, “ojalá se animasen más compañeros, dejasen de lado los prejuicios y etiquetas y compartan la música, el mayor lenguaje universal y que, de una manera u otra, a todos nos gusta porque nos sensibiliza”.
Parafraseando a Nietzche, sin ellos, nuestros actos académicos, misas, encendidos de árbol… serían no sé si un error, pero sí más sosos, inexpresivos y aburridos.